Sucede que mientras muchos trabajamos en la concientización del pueblo hay quienes siguen luchando sin descanso también en mantener a la población sumida en el más profundo engaño e ignorancia como suele para el imperialismo ser lo natural. Pero más culpables, siempre lo diré, es la poca humanidad que tenemos con sus propios semejantes.
Aclaremos siempre que el verdadero sentido de humanidad no es la que nos enseñan en comerciales de televisión en la que invocan a la caridad para hacernos partícipes de campañas de “solidaridad” financiadas por empresas millonarias que gastan más en publicitar sus marcas, puesto que si entregaran solamente todo ese dinero invertido quizá diríamos que se ayudaría más que sacando a cada payaso en televisión que hace creer al pueblo que esa es la manera de solucionar los problemas de nuestro país. Tampoco humanidad es la que se enseña en cada escuela dirigida por cada parroquia en la que ni siquiera se enseña el deber que cada alumno que egresa de sus aulas medievales tiene con la sociedad y solamente se limitan a dar técnicas para tener alguito en lo que desempeñarse para sobrevivir, dar limosnas y esperar al reino de los cielos o al Mesías que les salve de este país en el que nos ha tocado vivir.
El verdadero significado de humanidad reside en aquellos que se dejan guiar por grandes sentimientos de amor. Y el amor verdadero es aquel que a riesgo de la propia vida nos hace capaces de luchar contra un sistema que no se cansa de enajenar al hombre hasta convertirlo en un ser que lo único que busca a toda costa es su propio bienestar sin importarle incluso el hecho de llegar a asesinar.
¿Qué ha hecho que el hombre se convierta en esto? La respuesta es evidente pero muchos siguen cegados y terminan echándole la culpa a los tiempos modernos, al cambio climático, a los anteriores presidentes elegidos, a los falsos profetas, a Cipriani, al pastor de “Pare de sufrir”, al papa, hasta a la Medina y su tele-basura. Me causó gracia una amiga hace algún tiempo cuando me dijo que éste sistema no es malo, sino que las personas malas. Sin necesidad de ser un erudito en ciencias, falta de análisis lógico, diría yo.
La culpa como planteó hace mucho el, aún para su tiempo, joven Marx recae siempre en el sistema. Pues no se trata de sólo atacar a personas específicas y creer que sacándolas de las pequeñas tribunas que hoy ostentan se solucionará todo y se dará punto final a esta pesadilla. Hacer esto será repetir el mismo plato podrido una y otra vez sin cesar. Con respuesta musical como diría Quilapayún la solución estará en que la tortilla se vuelva.
No se nos culpe de radicales al afirmar que no habrá nunca perdón para crímenes tan atroces como los que ocasiona desde hace mucho el imperialismo genocida, no habrá perdón para quienes en Palestina disparan a las mujeres que llevan en su vientre un ser, mientras aquí se debate sobre el aborto. Ni para los que también allá, en el país invadido por Israel, soldados de ésta nacionalidad disparan a los depósitos de agua jugando tiro al blanco mientras ésta escasea. Perdón no existirá para quienes se atrevieron a disparar a quemarropa en contra de nuestros indígenas que se alzaban en defensa de nuestro medio ambiente tan maltratado hasta ahora.
Lástima siento por aquellos que perteneciendo al pueblo no se afligen ni toman conciencia por la vidas inocentes y sí, en cambio, hacen girar en la red mensajes y videos sobre los pobres hombres uniformados que disparan (entrenados por los asesinos que líneas arriba se menciona) día a día sin piedad en el VRAE contra los intereses del pueblo que sólo desea vivir en libertad con los poco que aún les queda y si desearan respuestas, pues sólo bastaría con ir y preguntarle al campesino: ¿quién los defiende en verdad?
Es nuestra posición final que la verdadera humanidad se encontrará siempre en el verdadero amor que se demuestra en la toma de conciencia revolucionaria sobre la verdad que el estado imperante nos oculta y el accionar que podamos tomar para cambiar de una vez éste sistema de intereses unitarios y transformarlos en intereses sociales pues para alzar el vuelo, como diría Silvio, no harán falta nunca alas.
Hasta la victoria siempre.
David Morote.